sábado, 24 de marzo de 2012

Los siete sacramentos
Como el amor es algo que no es fácil de demostrar, ya que es invisible e interior, como invisible es Dios, se necesita descubrirlo por medio de signos, que son realidades que el hombre puede entender y ver. Por ejemplo, no basta con sentir o pensar que se ama a alguien, hay que demostrarlo con palabras y gestos para que el otro se sienta amado.
Por ello, Jesucristo instituye los sacramentos que “son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina” (Cat. n.1131). Ellos son un puente entre Dios y el hombre, donde se obtiene plena comunicación. Son signos sensibles de una realidad sagrada, espiritual, invisible – no se puede palpar la gracia – y trascendente. Mediante ellos, los fieles se unen a Dios y participan – de manera misteriosa y real – de la vida divina. Poseen una “eficacia” sobrenatural que hace posible que la gracia se produzca, no son algo que significa la gracia, sino que la producen
·         El Bautismo es el sacramento, por medio del cual, el hombre nace a la vida espiritual, por medio del agua y la invocación a la Santísima Trinidad.
·         Confirmación: es uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana. La misma palabra, Confirmación que significa afirmar o consolidar, nos dice mucho.
·         Reconciliación: Esta virtud moral, hace que el pecador se sienta arrepentido de los pecados cometidos, tener el propósito de no volver a caer y hacer algo en satisfacción por haberlos cometidos.
·         La eucaristía: es el sacramento en el cual bajo las especies de pan y vino, Jesucristo se halla verdadera, real y substancialmente presente, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad.
·         El matrimonio: para los bautizados es un sacramento que va unido al amor de Cristo su Iglesia, lo que lo rige es el modelo del amor que Jesucristo le tiene a su Iglesia (Cfr. Ef. 5, 25-32). Sólo hay verdadero matrimonio entre bautizados cuando se contrae el sacramento.
·         El Sacramento del Orden es el que hace posible que la misión, que Cristo le dio a sus Apóstoles, siga siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos. Es el Sacramento del ministerio apostólico.
·         El sacramento de la Unción de los Enfermos “tiene como fin conferir la gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al estado de enfermedad y vejez”.
Los sacramentos nos permiten estar en contacto con dios durante toda nuestra vida, nos dan la oportunidad de demostrarle el amor que le tenemos, iniciando por el bautizo que es el sacramento que todos los creyentes en Dios deben tener, por otro lado existen sacramentos a los cuales solo algunos son llamados a vivirlos como el matrimonio y la orden sacerdotal.
Es por lo anterior que si se quiere tener una vida junto a Dios es necesario cumplir con estos sacramentos de la mejor forma pues de este modo se respeta y se muestra el amor que sentimos por Dios.
SANTA LUCIA Lucía nace a fines del siglo III, posiblemente el año 281, en Siracusa, capital de Sicilia. En estos momentos la comunidad cristiana es ya numerosa en la Isla. Desde niña Lucía destaca por su piedad y fervor.
Los padres de Lucía pertenecen a la nobleza terrateniente; a los 5 años pierde a su padre, Lucio. Su madre, Eutiquia, la educó cristianamente, y al llegar a la adolescencia creyó encontrar para su hija un buen partido prometiéndola en matrimonio, pero los proyectos de Lucía eran otros, había decidido consagrar su vida a Dios con el voto de virginidad, por eso da largas a las proposiciones de su madre.
La enfermedad de su madre hizo que con ella visitara el sepulcro de Santa Águeda, en Catania, para pedirle su curación. Durante la larga oración en el sepulcro se le apareció Santa Águeda, rodeada de ángeles, que le dijo: “Lucía, hermana, virgen de Dios, ¿por qué me pides lo que tu misma puedes hacer?. Tu fe ha alcanzado gracia y tu madre está curada”. Lucía contó a su madre la visión y el voto que había hecho a Dios, desde entonces Eutiquia no volvió a insistir en la boda de Lucía.
A instancias de su hija vende todos sus bienes y los reparte a los pobres; esto hace sospechar que es cristiana, sospecha que luego confirma la denuncia, por despecho, de su prometido ante Pascasio, gobernador de Diocleciano en Sicilia. Pascasio la mandó llamar y, viendo que ella se negaba a idolatrar, dispuso que fuera llevada a un prostíbulo y entregada a la brutalidad de los libertinos. Con este propósito pusieron a Lucía en un carro, pero los bueyes no lograron moverlo del sitio. Entonces Pascasio manda que la quemen viva, pero sale indemne de la hoguera; al ver que se convertían muchos paganos, mandó al verdugo que la degollara. Ejecutada la sentencia se dice que aún tuvo tiempo de recibir el Viático y profetizar el fin de la persecución contra la Iglesia después de la muerte de Diocleciano.
Su martirio fue el 13 de diciembre del año 304, y la enterraron en las catacumbas de Siracusa: Desde allí sus reliquias se distribuyeron a distintas iglesias del mundo.
Actualmente sus restos se veneran en su Iglesia de Venecia a la que acuden cada año miles de peregrinos.
Se suele pintar a Santa Lucía llevando un plato con sus ojos, y es abogada de la vista.
En A Coruña y sus alrededores se le tiene mucha devoción a la Santa.
A los largos del año acuden a venerarla muchos devotos, y acuden muchísimos en la novena y sobre todo el día de su fiesta, el 13 de diciembre.


Paula Andrea Zapata Munevar 10B
 

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