lunes, 26 de marzo de 2012

el sentido de la vida 
INTRODUCCIÓN
La persona humana está llamada a realizarse; es decir, a construir su personalidad, formar su manera de ser y adquirir una serie de valores. Ello es posible mediante el desarrollo de sus capacidades físicas, intelectuales y afectivas.
Para conseguir esta realización, el ser humano ha de estar abierto a la trascendencia. A lo largo de la vida, el hombre y la mujer se plantean numerosos interrogantes en torno a su existencia: ¿De dónde vengo? ¿Qué sentido tiene mi vida?…, y buscando la respuesta a dichos interrogantes.
Los filósofos suelen estudiar entre algunos de sus tópicos el “sentido de la vida”. Pero no abordan el tema directamente, sino que lo exponen con rodeos y en conexión con cuestiones como la muerte, la inmortalidad, la reencarnación, la resurrección, etc.
La filosofía moral, que sólo se plantea si lo bueno y el deber pueden unirse o si podría tener sentido tal unión. La filosofía de la religión, por su parte, o bien tiende a dar por supuesto que cualquier problema que aborde roza el “sentido de la vida” o simplemente juzga que dichos problemas llevan a esta cuestión.
En este trabajo dividiremos lo que la filosofía de la religión debe decir sobre el sentido de la vida en tres partes. Primero nos referiremos al problema de si la vida tiene o no tiene sentido. En la segunda hablaremos de las correspondencias entre moral y religión, y en la tercera observaremos hasta qué punto desean resolver el problema algunas doctrinas religiosas.
Podemos pensar que la expresión “sentido de la vida” carece de significado, pero lo que quiere decir es que la vida merece la pena vivirse. La vida debería de ofrecernos suficientes razones para seguir viviendo sin necesidad de optar por la radical solución de la autoaniquilación. Tampoco deberíamos necesitar la existencia de otra vida para que esta vida sea digna de vivirse. Estas actitudes son las contrarias que debería de adoptar alguien que tenga una actitud positiva respecto a la vida humana. Quien mantenga que la vida no tiene sentido alguno, o supone que es mejor no existir -y si no comete suicidio será por motivos psicológicos, que no lógicos- supone que la vida sólo adquiere dignidad si se complementa con otra ultramundana que compense los males de este mundo. Esto no quiere decir que no debemos creer en la Existencia de una vida eterna con Dios; sino que no podemos basar toda nuestra vida en la existencia de otra vida más allá de la muerte: debemos vivir esta vida con verdadero sentido sin caer en ninguno de estos dos extremos.
En medio de estos dos extremos encontraríamos otras posturas más o menos cercanas a uno de los polos. Por ejemplo, podríamos pensar que la vida trae tantos problemas y deja abiertos tantos interrogantes al ser humano que se hace difícil afirmar que la vida tenga sentido. Pero podría ser que la vida no tenga sentido en su sentido más estricto y que nuestra tarea consistiera en ir dando algún sentido. Esta actitud no cae en ninguno de los extremos antes citados: todo el sentido esta aquí - nos referimos a creer que el único sentido es la otra vida- o aquí no hay ningún sentido -los que piensan que la vida carece de sentido.
En la vida son tantos los deseos y tan poca la realidad, tan grande la injusticia y tan mínima la justicia que suenan extrañas las voces de los que afirman que la vida tiene sentido por sí misma. Pero el que la vida sea difícil de entender y de vivir no quiere decir que tengamos que optar por el suicidio o por colocar el sentido en un más allá, y para ello hay varios motivos:
- La vida humana se extiende en el tiempo, es decir, que no podemos tener en cuenta todo nuestro pasado y futuro sólo por un momento en el que no consigamos encontrar el sentido de nuestra vida.
- La vida humana consiste en dar sentido a todo lo existente. Es verdad que esto no sólo produce satisfacciones, pero por el camino hay una serie de bienes que no son pocos y que merece la pena ser experimentados.
- El ser humano no puede adivinar el futuro, así que en el insatisfactorio día a día siempre podemos albergar la esperanza de que nuestra vida mejorará; y esto puede convertirse en realidad por muy difícil que lo tengamos.
SEGUNDA PARTE: Moral y religión
Esta parte trata de la relación entre ética y religión, que son términos que incomprensiblemente suelen ir separados. Recordemos que estamos hablando de religión y no de teología: la teología es la ciencia que estudia a Dios, pero la religión enseña entre otras cosas las actitudes que se deben tomar ante la vida. Y es aquí donde tiene relación con la moral, ya que ambas intentan orientar al hombre en la búsqueda del sentido de su vida. Kant, basándose en la religión católica, dijo que debemos promover que la felicidad de un ser racional sólo está garantizada si cree en un Dios (en este caso sería nuestro Dios católico). Se han puesto muchas objeciones a esta afirmación, pero aquí sólo lo tenemos en cuenta como ejemplo de la proximidad entre moral y religión.
La filosofía moral trata de la vida buena y con sentido no sólo teniendo en cuenta lo que debemos hacer, sino también lo que, en función de lo que hacemos, esperamos obtener. Es decir, el ser humano realiza distintos actos a través de los que espera llegar a algo más que sea beneficioso para él, en este caso actúa para llegar al sentido de su vida. El que siempre esperemos algo hace que la vida que nosotros consideramos como perfecta y llena de sentido sea raramente la que nos toca vivir. Esto nos lleva a pensar que la vida carece de sentido, y ahí es donde entra la creencia en un ser superior que nos ayude a encontrarlo. De esta forma, visto desde la moral, diremos que la religión es portavoz de la impotencia humana, que da salida a los deseos teóricos y prácticos del ser humano
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la vida es corta , para perder el tiempo  . 
Si la virtud no lleva a la felicidad deseada no debemos exigir que en una vida distinta a la nuestra alcancemos la reconciliación querida; ya que esto va en contra de la moral. Así se vuelve a relacionar la ética con la religión, ya que como con la moral no conseguimos superar ese egoísmo interesado (me porto bien porque quiero algo a cambio) proyectamos todo esto en la religión como sentido de nuestra vida.                   
OPINIÓN : Creo que el sentido de nuestras vidas es aquel que cada uno de nosotros forjemos y hagamos de el , nuestras vidas son solo un medio  para cumplir una misión en este mundo , es un PREGUNTA difícil de responder  solo aquel humano capaz de ser autónomo y  cuestionarse  de su accionar es aquel que encuentra sentido a su  vida 

Simón Pedro

San Pedro
Papa de la Iglesia católica

30/33 – 67
Predecesorse le considera el primero
SucesorSan Lino


Fallecimientoc. 67Roma, por crucifixión
Petersinai.jpgSan Pedro (Betsaida, c. 1 a. C. - Roma29 de junio de 67), conocido también como Cefas o Simón Pedro; y cuyo nombre de nacimiento era Shimón bar Ioná, fue –de acuerdo con el Nuevo Testamento– un pescador, conocido por ser uno de los doce apóstoles, discípulos de Jesús de Nazaret. Es llamado "El príncipe de los Apóstoles". La Iglesia Católica Romana lo identifica a través de la sucesión apostólica como el primer Papa de la Iglesia, basándose, entre otros argumentos, en las palabras que le dirigió Jesús: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo" (Mateo16:18-19).1 Otras Iglesias Católicas Apostólicas, como los Ortodoxos, no lo consideran de esta manera, pues éstos entienden que Jesús no edificaría su Iglesia sobre un hombre (Pedro) sino sobre la confesión de fe que Pedro hizo: "Tu eres el Cristo,el Hijo de Dios vivo"(Mateo 16:16), es decir que para los Ortodoxos la Iglesia se edifica sobre Cristo Hijo de Dios y Pedro no es la cabeza de la Iglesia, es un apóstol que pudo ver en ese momento por gracia del Espíritu Santo lo que Jesús Pedro fue incorporado como discípulo al principio del ministerio de Jesús. Los evangelistas sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) describen su entrada de manera diferente a como lo hace Juan. Aquí se ven las diferencias entre ambos:
Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron.
Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías. Y se lo presentó a Jesús. Jesús miró fijamente a Simón y le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Jonás, pero te llamarás Kefas» (que quiere decir Piedra).
Según el testimonio de Juan (Juan 1:40-42), fue su hermano Andrés quien lo introdujo al grupo, tras encontrarse ambos entre los seguidores de Juan el Bautista. La narración de los sinópticos da otro punto de vista, como se aprecia en los ejemplos, narrando la historia de que al ver a ambos recoger las redes, Jesús les invitó a hacerse pescadores de hombres (Mateo 4:18-22Marcos 1:16-20Lucas 5:1-10) y fue Simón el primero en reconocer a Jesús como el Hijo de Dios, y no su hermano Andrés.


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